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jueves, 12 de febrero de 2015

La colección Abelló en el Palacio de Cibeles

Después de la fantástica exposición de la colección de arte de la Casa de Alba, la de la familia Masaveu y la de la galerista Helga de Alvear, ahora le toca el turno a la nada desdeñable colección de Juan Abelló, que hasta primeros de marzo se puede contemplar en el Palacio de Correos de la Plaza de Cibeles, en Madrid. Una soberbia colección, que reune obra de artistas de primera fila tanto nacionales como internacionales, desde Berruguete o El Greco, a Ribera, Zurbarán, Murillo, Canaletto, Goya, Rusiñol, Casas, Nonell, Sorolla, Fortuny, Gris, Bonnard, Braque, Léger, Klee, Rothko, Picasso, Miró, Dalí, Van Gogh, Degas, Modigliani, Klimt, Schiele, Grosz, Kandinsky, Munch, Matisse, Bacon y Tàpies, entre otros. Distintos estilos y épocas, un conjunto de piezas espléndidas de las que he seleccionado una muestra para compartir con vosotros.















Si me dieran a escoger un solo cuadro elegiría el maravilloso dibujo con el que abro el comentario, el retrato de la mujer del pintor,  Doña Josefa Bayeu, realizado por Goya en 1805. Imagino a doña Josefa sentada en la cocina o en la sala de estar de su casa, interrumpiendo una labor para permitir que su marido, sentado a pocos metros, dibujara su perfil, se demorara en la toca que cubre su cabello y en su bondadoso rostro. Abajo, a la derecha, otro precioso dibujo, Cabeza de una campesina, de Vincent van Gogh; y a la izquierda, de Salvador Dalí, Retrato del padre del artista y su hermana. Si os gusta el dibujo no dejéis pasar esta exposición. Solo he elegido tres, pero la muestra ofrece muchos más de altísimo interés.
















Sobre estas líneas, dos cuadros excelentes: el retrato de Juana Galarza de Goicoechea, realizado por Goya en 1810 (se expone junto con el protagonizado por su marido, Martín  de Goicoechea, que no os ofrezco por falta de espacio), y El joven gallero, de Murillo. Me fascina este cuadro, el retrato de este niño de recién estrenada pubertad; su gesto infantil (me recuerda a mi nieto) contrasta con algo resabiado que brilla en su mirada, los ojos de alguien acostumbrado a sacarse las castañas del fuego, a sobrevivir en el mundo no siempre amable de los adultos.
















Otros dos clásicos: El olfato, de José de Ribera (uno de mis pintores fetiche), firmado en 1615; y La estigmatización de San Francisco, de El Greco, de 1580. No es de los Greco que más me gustan, pero desde que me sumergí en su obra, a raíz de las exposiciones organizadas con motivo de su centenario, me atrae su pintura como un imán. Y termino con un pintor que me encanta, Canaletto. Sus bellísimas "postales"venecianas me resultan deslumbrantes. Aquí os ofrezco dos: El Gran Canal de Venecia desde el Campo, y El muelle de Venecia próximo a la Plaza de San Marcos, ambos de 1729. Siempre que he ido a Venecia me ha dado la impresión de navegar sobre un cuadro de Canaletto. Venecia, suspendida en el tiempo.









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