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martes, 28 de enero de 2014

Inconmensurables Pou y Homar en "Tierra de nadie", de Pinter

Tierra de nadie está considerada la obra maestra de un maestro del teatro, Harold Pinter, y se está representando estos días en las Naves del Español, en el Matadero de Madrid, protagonizada por dos grandes de la escena española, dos inmensos actores, Lluis Homar y Josep María Pou, dirigidos por Xavier Alberti. Una interpretación abrumadora, que me ha mantenido sin aliento durante las dos horas que dura la obra. El texto (extraordinario) de Pinter cobra toda su dimensión en boca de estos dos monstruos de las tablas: Pou es una fuerza de la naturaleza: su simple presencia llena el escenario; Lluis Tosar es la naturalidad, la convicción, la sutileza: y juntos son un prodigio.











¿De qué habla Pinter en Tierra de nadie? De la soledad, la incomunicación, la fuerza del lenguaje; de la necesidad de hallar un lugar en el mundo. En realidad, escuchas el texto subyugada por su fuerza, por su belleza. El pasado viernes Angels Barceló les entrevistaba en la Cadena Ser, y Pou aconsejaba a quien se acercara a la obra dejarse hipnotizar, no pretender interpretar cada párrafo; y me encantó escucharles alabar al público asistente a la representación de la tarde anterior (la del jueves, a la que yo asistí), "un público maravilloso, que respiraba con nosotros". Así fue, algo mágico, una comunicación especial se estableció entre público y actores, algo perfectamente perceptible por ambos.










A petición del propio Harold Pinter, fallecido en 2008, su funeral comenzó con la lectura de este fragmento de Tierra de nadie:

"Podría incluso mostrarle mi álbum de fotografías. Podría incluso suceder que viera en él algún rostro que le recuerde el suyo, lo que antes había sido. Podría ocurrir que viera rostros de otros, en la sombra, o mejillas de otros, dándose la vuelta, o mandíbulas, o nucas. U ojos, oscuros bajo sombreros, que podrían recordarle a otras personas que había conocido, que creía habían fallecido hace mucho tiempo. Pero de las cuales aún recibirá una mirada de reojo, si sabe enfrentarse al fantasma bueno. Acepte el amor del fantasma bueno. Ellos poseen toda aquella emoción... atrapada. Quítese el sombrero ante ellos. No le quepa la menor duda de que eso no los liberará, pero quien sabe... qué alivio... les dé quizás... quién sabe cómo pueden reanimarse... en sus cadenas, en sus jarrones de cristal. ¿Le parece cruel... apremiarlos cuando están sujetos, encarcelados? No... no. Profundamente, profundamente, desean responder a su tacto, a su mirada, y cuando usted sonríe, su alegría... es limitada. Y por eso le digo: tratemos a los muertos con la misma ternura con la que querríamos ser tratados, ahora mismo, en lo que describiríamos como nuestra vida."

Antes de llegar a las Naves del Español se representó en el Teatro Nacional de Cataluña. No he podido encontrar en la red la versión castellana, así que os ofrezco un fragmento en catalán. Pertenece a un parlamento extraordinario, protagonizado por Homar.

1 comentario:

  1. Tienes toda la razón cuando dices que es perfectamente perceptible esa unión que a veces se produce entre el escenario y el público. Doy fe de ello porque tuve la fortuna de haberla sentido muchas veces desde el escenario, es indescriptible y produce un placer que uno desearía que no terminase nunca.
    Mil besos hoy con mascarilla para no contagiarte el gripazo que me tiene hecho unos zorros.

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